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Hace muchos años que mi salud empezó a deteriorarse, me enfermaba fácilmente y lo único que conocía era la medicina ortodoxa. Un día mi cuerpo y mente no soportaron más, y la descompensación llegó a manera de síntomas tanto físicos como mentales, la lista sería demasiado larga para este párrafo.

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La medicina convencional pudo ayudarme de manera limitada, así que acudí a la medicina natural, pero también fue limitado lo que podían hacer los médicos y naturópatas para ayudarme. Fue entonces que decidí empoderarme y empecé a estudiar yo mismo con la gúia de Dios para poder salir adelante.

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Fue evidente que todo era providencial, y que estaba destinado a aprender a través de mi propio camino para así poder ayudar a otros. Al principio el aprendizaje fue empírico, luego práctico y oficial. Las aulas fueron cruciales así como los entrenamientos en vivo y en directo, Sin embargo, mi mayor escuela ha sido siempre mi propio camino, mi propio proceso de sanación, el cual me ha llevado a aprender cosas que no se enseñan en las escuelas ni universidades y que solamente pueden ser aprendidas en la Universidad de la Vida.

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​Con alegría observo ahora, como mis pacientes se empoderan, toman las riendas de su situación y salen adelante. Se convierten en estudiantes, encausados en un modelo de vida y de pensamiento, en el que la salud física es un simple reflejo de la salud mental y emocional.